viernes, 21 de octubre de 2011

Tacto y gusto.

Tacto:
El tacto, en realidad, puede recibir dos tipos de datos; temperatura y presión, porque tiene termorreceptores y mecanorreceptores.

A través del tacto, el cuerpo percibe el contacto con las distintas sustancias, objetos, etcétera. Los receptores se estimulan ante una defor­mación mecánica de la piel y transportan las sensaciones hacia el cerebro a través de fibras nerviosas. Los receptores se encuentran en la epidermis, que es la capa más externa de la piel, y están distribuidos por todo el cuerpo de forma variable, por lo que aparecen zonas con distintos grados de sensibilidad táctil en función del números de receptores que contengan.

El tacto es la reacción de la sensibilidad de nuestra piel ante el contacto con los objetos. Nos permite percibir el frío, el calor, la suavidad, la aspereza... Si nos conformamos con estas simples posibilidades físicas, buscaremos solamente lo que nos resulte placentero, sin prestar atención a las sutiles diferencias que ofrecen unos objetos respecto de otros. La Atención, en este caso, nos lleva a reconocer detalles, matices, grados, ampliando nuestro conocimiento sensible mucho más allá de lo agradable y desagradable.


El gusto:
Es el sentido que nos permite saborear las cosas. Se experimenta la sensación del gusto por medio de la lengua. En primer lugar, para que la lengua sea sensible a algún objeto es necesario que éste se encuentre húmedo. Si no lo está, entonces se humedecerá con ayuda de la saliva que secreta la misma lengua. Esta es otra función que tiene la saliva.

Las papilas gustativas se hallan directamente ligadas a nuestro aparato digestivo. Están situadas sobre la lengua, y nos permiten acabar de analizar la aptitud de un alimento antes de masticarlo y tragarlo.
Los receptores del gusto residen en los pliegues de las membranas de las células gustativas. Al contactar las sustancias se produce un cambio en el potencial eléctrico y una generación de impulsos que se transmiten por las fibras nerviosas del gusto hasta el cerebro.

El gusto consiste en registrar el sabor e identificar determinadas sustancias solubles en la saliva por medio de algunas de sus cualidades químicas. Aunque constituye el más débil de los sentidos, está unido al olfato, que completa su función. Esto, porque el olor de los alimentos que ingerimos asciende por la bifurcación aerodigestiva hacia la mucosa olfativa, y así se da el extraño fenómeno, que consiste en que probamos los alimentos primero por la nariz. Una demostración de esto, es lo que nos pasa cuando tenemos la nariz tapada a causa de un catarro: al comer encontramos todo insípido, sin sabor.
Este sentido, además, es un poderoso auxiliar de la digestión, ya que sabemos que las sensaciones agradables del gusto estimulan la secreción de la saliva y los jugos gástricos.




El tacto.
Existe una forma compleja de receptor del tacto en la cual los termi­nales forman nódulos diminutos o bulbos terminales; a este tipo de recepto­res pertenecen los corpúsculos de Pacini, sensibles a la presión, que se encuentran en las partes sensibles de las yemas de los dedos. El tacto es el menos especializado de los cinco sentidos, pero a base de usarlo se puede aumentar su agudeza; como los ciegos, para leer las letras del sis­tema Braille. El sistema en el que se basa el tacto es que cualquier deformación de la piel comprime corpúsculos, que envía el impulso al SN

El gusto.
Existen cuatro tipos de sensaciones del gusto: el dulce, el salado, el amargo y el ácido. Los distintos sabores no se distinguen de igual forma en toda la lengua. En la punta existe mayor cantidad de receptores del sabor dulce, mientras que el sabor amargo se siente mejor en el fondo. En los laterales se perciben mejor los sabores ácido y salado, el primero en la parte trasera y el segundo en la delantera. En el centro de la lengua hay una zona relativamente insensible.
http://www.salonhogar.com/ciencias/biologia/sentidos/tacto.htm

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